domingo, 17 de agosto de 2014

Ta'm e guilass (1997) El sabor de las cerezas




Dirección:  Abbas Kiarostami

Guión: Abbas Kiarostami

Nacionalidad: Irán

Reparto:  Homayoun Ershadi, Abdolrahman Bagueri, Safar Ali Moradi, Afshin Khorshid Bakhtiari
Sinopsis:
Un hombre de mediana edad decide suicidarse. Su única preocupación es encontrar a alguien que le ayude y se comprometa a enterrarlo. Esta situación le permite conocer a una gran variedad de personajes. (FILMAFFINITY)







El teheraní Abbas Kiarostami (1940) es uno de lo cineastas más importantes de la Irán posrevolucionaria. Cuenta con una intensa filmografía la cual ha sido elogiada y galardonada, como es el caso de El sabor de las cerezas, película que logró la Palma de Oro en Cannes en el año 1997.


Un hombre deambula por los alrededores de una gran ciudad con su coche. Las carreteras no están asfaltadas, el paisaje es árido y desértico.  Algunos individuos suben al vehículo. La cámara enfoca el perfil del conductor que mira la carretera, al acompañante que mira a su interlocutor y los exteriores donde a un ritmo pausado, el Long Rover toma un sinfín de curvas con casas y trabajadores de fondo. La fotografía de la película es excelente, las actuaciones convincentes y el guión no se queda atrás. El señor Badii le pide a un joven militar que haga el favor de enterrarlo una vez este se suicide. El joven tímido se cierra en banda. Badii intenta persuadirle mediante el dinero pero el miedo es más poderoso. Badii reflexiona con aquellos con los que interactúa, los hay con quien habla de los movimientos migratorios debidos a los infortunios de la guerra y con otros, como el segundo chico al subir al coche, sobre los problemas teológicos que implica el suicidio y el dañar a los demás. La dimensión religiosa y filosófica que toma la película en este tramo se ve superada con el tercer copiloto. Ya no es un joven militar ni un seminarista, es un hombre mayor que conoce lo mejor y lo peor de la vida. La voz de la experiencia de este hombre, junto al delicado uso de los tiempos y el pacificador aroma que desprende el paisaje, transforma el film en una poesía visual, un canto a la vida, una introspección a lo más profundo del alma pero a la vez a lo más simple. Decide tomar el camino más largo cuando este le ofrece acompañarlo a su lugar de trabajo. Una metáfora de las diferentes bifurcaciones que toma la vida, en el que el camino corto no es siempre el más bonito, en el que pararse a pensar y a disfrutar del camino largo puede hacerte comprender lo valioso que es la vida. No se niega a ayudarle, prefiere que sea él mismo quien tome la decisión adecuada e intente solventar sus problemas consigo mismo y sus allegados.



Llega la noche y el señor Badii lo tiene todo atado. Sólo ha de decidirse a dar el último paso. Le pesa sobre su consciencia todo lo que ha oído de aquel hombre, pero no quiere atender a razones. Divisa la Luna en lo alto del firmamento, los sonidos de la naturaleza. La pantalla se vuelve negra y los sonidos poco a poco se diluyen.


Epílogo. Un insignificante hombre más acaba de morir asqueado de la insoportable pesadez de la existencia. En su autoconciencia es un acto de bondad para no herir a sus seres queridos, se encuentran en paz consigo mismo y con Dios. La vida continúa, el mundo sigue siendo mundo, y cada uno sigue aportando su granito de arena a éste, aunque sea haciendo una película sobre aquel hombre que decidió bajarse de un largo viaje dando vueltas en coche sobre el mismo sitio, metáfora de la vida perdida y estancada del iraní moderno.

Luis Suñer

 




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