sábado, 15 de noviembre de 2014

¡Bienvenido Míster Marshall! (1953)


Director: Luis García Berlanga

Guión: Luis García Berlganga, Miguel Mihura y Juan Antonio Bardem

Nacionalidad: España

SinopsisAños 50. Villar del Río es un pequeño y tranquilo pueblo en el que nunca pasa nada. Sin embargo, el mismo día en que llegan la cantante folclórica Carmen Vargas y su representante, se recibe la noticia de la inminente visita de un comité del Plan Marshall (proyecto económico americano para la reconstrucción de Europa). La novedad provoca un gran revuelo entre la gente, y el bonachón alcalde del pueblo (Pepe Isbert) propone a los vecinos que se disfracen al más puro estilo andaluz para causar buena impresión a los americanos que vienen a repartir dinero. 




Luis García Berlanga en sin duda uno de los pesos pesados de la historia del cine español. Títulos en su filmografía como El verdugo, película reconocida internacionalmente, así lo evidencian. No se queda atrás tampoco la película que aquí vamos a comentar, el segundo largometraje que llevó a cabo el valenciano. Con su mención especial en Cannes, evitó su retirada de las carteleras tras tres días de proyecciones y se convirtió en la segunda película más taquillera del director por detrás de La vaquilla (1985).


En un periodo de posguerra en una España que debido a su gobierno fascista se veía privada de las ayudas económicas estadounidenses del Plan Marshall, encontramos esta evidente crítica que por extraños motivos se le escapó a la censura del momento. Con un montaje de lo más dinámico y una fotografía en blanco y negro muy pulcra, se nos presenta a modo de retrato costumbrista los diferentes personajes, el alcalde, la profesora, el hidalgo o el representante de la joven promesa de la canción andaluza que se encuentran en Villar del Río (Guadalix de la Sierra), un pueblo de lo más rural de la España profunda.


Salta la noticia de que los estadounidenses van a visitar el pueblo para llevar a cabo sus medidas del Plan Marshall, lo cual revoluciona a un pueblo en el que sus más ilustres habitanbtes se reunirán para decidir que medidas tomar. Es aquí cuando podemos encontrar una diversidad de diálogos mordaces e inteligentísimamente divertidos, tanto por lo sagaz de estos como por el absurdo que resulta colocar un vocabulario tan excelso en boca de tan caricaturizados personajes. Se nota pues la mano en el guión de Miguel Mihura, cuya pluma 20 años antes ya nos regaló una de sus dramaturgias más inolvidables, Tres Sombreros de Copa, toda una obra cúlmen española del teatro del absurdo.


Berlanga disfraza a todos los habitantes del pueblo de andaluces para vender el folclore español conocido más allá de nuestras fronteras en los años 50, y el pueblo no tiene problemas en tirar por tierra toda su esencia y personalidad con tal de agradar a aquellos a los que cada uno de sus habitantes podrá pedir una cosa. No todo el mundo actúa así, está claro, pues tanto el cura como el hidalgo se opondrán al recibimiento de los americanos, y no es casualidad que aquellos que se nieguen sean estos dos estereotipos, elementos primordiales en la ejecución del fascismo en España y enemigos de aquellos que puedan hacerles perder sus privilegios cambiando una dictadura por una democracia liberal.


La modernidad de la película ya no reside tan solo por el dinamismo de su montaje, sino por un ejercicio de posmodernidad y trangresión con resultados divertidísimos, donde vemos a un José Isbert disfrazado de vaqueros del Oseste y un saloon escuchando a una cantante de flamenco, casi 60 años antes de que Tarantino nos pusiera Hip Hop en un western. Otro detalle importante es la otra escena onírica donde los reyes magos se vuelven americanos y lanzan un tractor en paracaídas, creando una escena posterior de gran belleza plástica e icónica dentro del panorama del cine español.


Por último, los americanos pasarán de largo, manera idonia de representar el fervoso deseo español por participar de la recuperación económica del Plan Marshall, vendiéndose a ellos mismos con tal de conseguir el favor americano y viéndose traicionados por un gobierno invisible pero presente, que condenó al pueblo español a 20 años de posguerra y una retraso considerable respecto al resto de Europa.




Luis Suñer

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