lunes, 22 de junio de 2015

Saya Zamurai (Scabbard Samurai) 2011

Director:  Hitoshi Matsumoto

Guión:  Hitoshi Matusmoto

Nacionalidad: Japón

Sinopsis: Kanjuro Nomi es un samurai sin espada, solo conserva su funda. Tras abandonar por completo la violencia y embarcarse en un viaje con su hija Tae, ahora está en busca y captura como desertor. Su única opción de salvar la vida es hacerle recuperar la sonrisa al príncipe, triste desde la muerte de su madre. Para ello dispondrá de 30 días: si no lo logra, deberá cometer sepukku



Cuando dirigimos nuestra mirada hacia el cine japonés contemporáneo que nos llega a los occidentales hoy en día, resulta casi imposible encontrar directores que no lleven rondando la élite festivalera desde finales de los años noventa. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Realmente tenemos una crisis en el nacimiento de nuevos talentos en tierras niponas desde los últimos 20 años o son las figuras consagradas desde el boom del cine asiático de finales del siglo XX las que impiden que podamos oír voces distintas a lo establecido?  A esta pregunta, por ignorancia o falta de medios, quien os escribe hoy estas líneas no ha encontrado todavía respuesta. Lo que sí ha descubierto es a un (uno solo) cineasta emergente llamado Hitsohi Matsumoto y que cuenta con una breve pero muy alabada filmografía compuesta por cuatro títulos e inaugurada en 2007.


La película que hoy trataremos de abarcar, Scabbard Samurai (2011), resulta ser el tercer largometraje de los cuatro que ha dirigido hasta el momento. En él, vivimos una reformulación del cine de época ambientada en la era samurái y se rememora las costumbres y la mentalidad de unas gentes que nutren y levantan los cimientos de la cultura japonesa actual. Ante este espacio, se desarrolla una historia en forma de cuento en la que un samurái desertor tendrá una oportunidad diaria de hacer reír a un deprimido huérfano con tal de salvarse de la condena a cometer seppukku.  Será entonces cuando podamos observar el diálogo que emprende con el cine de su compatriota Sabu, valiéndose de la comedia y los clichés tópicos de los diferentes géneros para argumentar una historia sabiendo regresar inteligentemente a un pasado adulterado de extrañas formas propias del manga e interpelarnos desde su recreación ficticia para hablarnos del presente. Tanto Matsumoto como Sabu, sabrán darle vida a  esa figura nihilista que se arrastra por la existencia por el empeño de los demás y esa necesidad enfermiza japonesa por acudir en masa y jalear la pérdida de la dignidad ajena. Porque esto es en lo que se sumerge Scabbard samurai, en la relación que abarca el individuo como persona derrotista abandonada a su propia suerte y al empeño de una nueva generación vitalista y con fe en el progreso emocional de la población. En última instancia nos está mostrando las diferencias generacionales que ocasionaron el cambio en la mentalidad de una sociedad que ha vivido contrariada entre la aceptación autoimpuesta y el miedo al castigo infligido por la rebeldía. Por eso será totalmente trascendental el abrir el espectáculo a una respuesta coral de un público que juzga y se contagia o reprime.


Y sin embargo, a medida que avanza el metraje, lo más sorprendente de todo el filme que hoy tratamos, es la capacidad de mutación genérica que encontraremos, hablando de la manera más idiota posible de cosas muy serias y a su vez tomándose muy en serio las verdaderas metas y objetivos de la vida, las proyecciones de futuro hacia los seres queridos. Y por último, qué decir de ese final tan bello, hermoso y tierno, sabiendo apelar, como ha logrado durante todo el metraje, a la conciencia emocional del espectador.



Luis Suñer

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